Solo. Hundido en el abismo de mi mente.
Solo, con sólo la soledad por compañía.
Perdido en un laberinto sin Minotauro,
recorro los caminos en busca de atajos,
pero mi mente prefiere el camino largo.
Lucho contra mis miedos sin descanso,
con un sinfín de armas en ristre,
con un sinfín de buenos pensamientos,
pero la batalla me van ganando.
Y entonces mi cuerpo se estremece,
los caminos se convierten en atajos.
A lo lejos escucho una voz que me llama
y en la sombra alguien me aprieta la mano.
El capitán de su calle