Un largo camino ha recorrido ya nuestra constitución, desde el 29 de diciembre del 1978 y, aun así, siendo vieja es muy poco madura. Una constitución demasiado distante de las grandes constituciones de nuestro tiempo. Y con una imperativa necesidad de ser reformada.
Este artículo de opinión sería interminable si no centrase el tema, que en este caso no podía ser otro que Cataluña.
Esos 38 años, 9 meses y 10 días lleva España con este problema, ya en tiempos de nuestra constitución. Por si alguien piensa, a estas alturas, que el problema es de ayer. Un problema en una “nación de naciones”, como la llaman algunos, en el que lejos de sentarse a hablar con todas esas “naciones”, se ha preferido usar esos 38 años para alejarse aún más, si cabe.
Podríamos decir que es un problema que pasa de padres a hijos, o en este caso, de presidente del gobierno al siguiente presidente del gobierno. Con la expectativa de que el siguiente arregle el problema, o más bien se coma el marrón. Porque claro, para qué resolver los problemas del país que gestionas si puedes, simplemente, dejar pasar el tiempo para que todo se arregle sólo o se olvide. Que es lo que deben pensar los políticos.
Para mí, el problema tiene un culpable evidente y absoluto. Y después hablaré de las acciones que las dos partes están poniendo en práctica y que, lejos de arreglar el problema, lo están empeorando. Y en ese caso sí que hay dos culpables. Pero como decía, el culpable absoluto de la degradación de las conversaciones y de mantener el problema vigente es el gobierno central.
Un gobierno central que no analizó el problema en su momento para diseñar una solución acorde con la situación. Ni lo ha hecho en caso alguno cuatrienio tras cuatrienio. Pese a que este tema nunca haya dejado de estar vigente.
¿Por qué no se aborda este tema? ¿Tan desagradable es, o se trata meramente de pérdida de votos?
En cualquier caso esperar que algo se resuelva sólo dice mucho de todos los gobiernos, en mayor o menor medida, que han pasado desde el inicio de nuestra democracia. Bueno, o sin medida alguna, como el actual.
Evidentemente resolver en unos días lo que lleva 38 años demandándose desde Cataluña, entre otros, a oídos sordos del gobierno central es una tarea titánica y más cuando uno de los interlocutores, este último, es incapaz de hacer su trabajo y sentarse a dialogar. Comprender el problema. Diseñar una solución acorde con el mismo, al menor impacto posible para los ciudadanos y siempre a favor de ellos. Y ejecutar la solución. Vamos, hacer POLÍTICA.
Ahora viene la otra parte. La de las prisas. La de poner los miembros encima de la mesa a ver quién la tiene más grande. Y lo peor, incluir a todo el pueblo a elegir bando. Algo que han creado los políticos al no dar soluciones y que, en caso alguno, debería haber enfrentado al pueblo. Y así de paso se van olvidando los problemas, que no sólo no se arreglas, sino que además empeoran.
Se trata ahora, por parte de los respectivos gobiernos, de trasladar a la calle el problema. En vez de solucionarlo donde toca. De generar desconfianza y hacer más por alejar al pueblo que por unirlo. Luchando contra el nacionalismo con banderas. Menuda paradoja.
¿Cuál es la solución? Bien, soluciones hay varias. Pero ante todo, sentarse a hablar no es un mal comienzo. Sobre todo cuando es lo que se le presupone a un político.
Personalmente hubiera evitado a toda costa las autonomías. Para mí no tiene nada de ventajoso y sí mucha duplicación de funciones y desvío masivo de dinero.
Yo hubiera implantado desde el principio cuatro estados federados. Sólo hay que aplicar el sentido común; “nación de naciones”. Estado federado de Galicia, Cataluña, País Vasco y (como quieras llamar al resto), evidentemente en la república de España. Tal y como dice la RAE, “Estado en el que las distintas competencias constitucionales son distribuidas entre un Gobierno central y los estados particulares que lo conforman.” A mi parecer, hubiera sido suficiente para salvaguardar la identidad de cada “nación” dentro de la unidad del país.
Como siempre es una opinión personal. De lo que estoy seguro es que he tardado más tiempo en escribir este artículo de lo que el gobierno ha dedicado a analizar este problema. Y me ha llevado unos minutos…
El capitán de su calle